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Mucho se ha hablado de los millones de dólares que mueve el mundial pero bastante poco se ha dicho del sector de la economía popular, que no participa de los negocios, ni de las riquezas de la FIFA, pero que supo crear una forma de llevar ingresos a sus hogares en un fin de año difícil y, a la vez, brindar insumos o servicios valiosos para los festejos. 

Una hora antes del comienzo de la final de la copa del mundo, lxs trabajadorxs de la economía popular ya preparaban sus puestos de venta. Espuma de corso, remeras, pines, fotos, salchipapas, golosinas, vuvuzelas, banderas albicelestes, cerveza, jugo de naranja exprimido, tutucas, sanguches, choripanes, entre otros insumos claves, eran ofertados para que no falte nada en las veredas del microcentro porteño del domingo histórico.

Sebastián es vendedor ambulante, armó su stand sobre Avenida Cerrito desde donde vende sus productos que elabora junto a su madre: “Estoy vendiendo tops para damas. Es el primer partido que vengo al obelisco porque hace poco que tengo las remeras. Me las manda mi vieja de Salta, yo antes le envío la tela. Allá ella las confecciona y las hace bordar, después me las devuelve y yo salgo a venderlas. Desde hace 5 años vendo en la calle en este tipo de eventos”. 

En Diagonal Norte se encuentran las primeras parrillas de choripanes, bondiola y hamburguesas. En la mayoría de ellas trabajan varias personas entre las que se dividen las tareas del cobro, la venta y la cocción, mientras que el armado del puesto lo realizan entre todxs. “Empecé porque soy municipal pero no me alcanza el sueldo, y me largué a vender chori en los eventos. Hace 10 años trabajo en la venta ambulante, igual sólo lo hago cuando hay festejos porque el Sr. Larreta no nos da el permiso, tenés que tener una cuña política para conseguirlo. Como trabajadores de la economía popular necesitamos una ley que nos permita trabajar, que nos den un permiso”, dice Carlos que asa en el lugar. 

Ana oferta en una manta, en la esquina de Av. de Mayo y Cerrito, cotillón celeste y blanco Es de la zona de Congreso y hoy salió a poner un puesto en la calle por la necesidad que se está viviendo. 

Aníbal ofrece insumos gastronómicos desde un carro junto a su esposa y familia en la sobre Avenida Corrientes. “Estamos vendiendo empanadas, sopa paraguaya, jugo, gaseosa, agua. Estoy hace rato acá con la jefa, venimos a apoyar y a trabajar de paso, para hacer una platita”, dice Aníbal.

La ocasión del Mundial vuelve especial la jornada laboral. 

Entre lxs trabajadorxs y quienes llegan a festejar circula la versión de que se transmitirá el partido por una de las pantallas gigantes de leds de publicidad. El clima es de alegría y de tensión a la vez, se ansía ganar y se sabe que hasta último momento en el fútbol no se sabe el resultado. Las brujas hacen lo suyo en sus casas, curan el mal de ojo a los jugadores, encienden velas e intencionan. Las cábalas se repiten de forma sagrada en los casos que funcionaron. En el obelisco, muchxs mirarán el partido a través del televisor de alguna cafetería, el celular o lo escucharán por radio y si no, se irán enterando de juego por los ecos de los gritos de la multitud. Lo importante es ser parte.

Comienza el partido. Una jugada tranquila que luego se da vuelta y nos saca la copa de las manos y el corazón por la boca durante varios minutos. Pareciera, al decir de Eduardo Galeano, que la tercera estrella en la camiseta de la selección se vuelve una utopía, cuando nos acercamos se aleja más allá, como el horizonte. Así estuvimos hasta el último penal, caminando tras la gloria hasta que por fin fue nuestra, y somos campeones, campeones del mundo.

Luciana Mina

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