Estamos a horas de que se concrete el primer paro nacional, y seguramente no el último, que afrontará el gobierno de Javier Milei.
Desde las usinas de opinión presidenciales ensayan de manera frenética discursos que apuntan a minimizar la medida de fuerza, desacreditando a quienes la convocamos, amenazando con represión, y apuntando que «nada se soluciona con una huelga». Todas estas estrategias ya las vimos en el pasado y su resultado por lo general ha sido mínimo o inexistente.
Foto: Giu Human
Pero lo que diferencia a este paro de los anteriores es, por una parte, lo rápido que ha sido convocado y por otro lado, lo contundente que va a ser. Las razones para que esto suceda residen en que no hay memoria de un gobierno que haya querido avanzar tanto y tan rápido en los derechos de millones de argentinos y argentinas, cercenando ingresos, disparando los precios y entregando de manera descarada los recursos y las empresas del estado a un pequeño grupo de poderosos empresarios.
Con un DNU gigantesco y una Ley Ómnibus descomunal, Javier Milei quiere mostrarse como el fundador de una nueva Argentina, asentada en su alocada interpretación de la libertad, pero llena de ataques a la dignidad de las personas desde una perspectiva ultra conservadora. Para decirlo de manera clara y sin largas descripciones, el Presidente se cree un mesías que nos viene a salvar de décadas de populismo, mientas nos advierte que «esto va ser doloroso, pero en 15 o 35 años (plazo variable de acuerdo a su ánimo), el sacrificio de hoy rendirá sus frutos». Un delirio.
El problema para los libertarios es que a la hora de presentarse como lo nuevo, lo hacen con un plantel de funcionarios que vienen de lo peor del macrismo, cargando en sus mochilas todas las recetas del FMI que ya han fracasado estrepitosamente en el pasado, y que tienen un solo objetivo: exprimir las riquezas de nuestro país hasta la última gota.
En apenas unas semanas, las políticas implementadas desde el Ministerio de Economía, nos han metido en un tsunami inflacionario cuyo meta es transferir nuestros pesos a los bolsillos de las empresas más concentradas del país.
A nadie se le escapa que el partido gobernante llegó al poder mintiendo, prometiendo una imposible dolarización, menos impuestos, ajustar a la «casta» y diciendo que el aumento de precios era fácil de solucionar. La realidad de hoy es totalmente diferente. Enfrentamos una lluvia de impuestazos y de aumentos brutales en los alimentos, en el transporte y (pronto) en las tarifas. Esta situación ha llenado de incertidumbre y temor a quienes dependemos de ingresos acotados para atender las necesidades básicas familiares de alimentación, alquiler, escolaridad de los pibes y pibas, movilidad, etc. Así es imposible planificar nada y el futuro está lleno de incertidumbres.
En este marco es inevitable decir que este paro general convocado por las centrales de trabajadores y las organizaciones sociales de todo el país, está más que justificado. Es un acto básico de defensa propia que deben servir para comenzar a articular con mayor fuerza la resistencia frente a quienes desarrollan proyectos empobrecedores contra el pueblo.
Este 24 de enero vamos a llenar las calles y las plazas de la Argentina, y seremos una vez más la primera ola que viene a ponerle freno al saqueo.
Esteban Antoni
1 comentario en “Un paro nacional en defensa propia”
Qué buenos estos aportes!! Una nota necesaria